CASUÍSTICA
Paciente trasplantado renal con enfermedad linfoproliferativa post-trasplante (PTLD) tardía y glomerulopatía colapsante del injerto renal
  Transplanted patient with late post-transplant linfoproliferative disease (PTLD) and graft collapsing glomerulopathy
Luciano Leguizamón1, Pablo Barbero1, Lilian Martinez1, Gerardo Gutiérrez Avilés2, Hernán Sarzuri Marca2, Fernando Segovia2, Laura Idiarte1
1) Programa de Trasplante Renal, Hospital de Clínicas José de San Martín, Universidad de Buenos Aires (UBA), Buenos Aires, Argentina 
  2) División Nefrología, Hospital de Clínicas José de San Martín, Universidad de Buenos Aires (UBA), Buenos Aires, Argentina (dr.fernandosegovia@gmail.com) 
Recibido en su forma original: 29 de septiembre de 2015
En su forma corregida: 9 de noviembre de 2015
Aceptación final: 29 de septiembre 2016
INTRODUCCIÓN
El desorden linfoproliferativo post-trasplante  (post-transplant lymphoproliferative disease o PTLD) en un tipo de linfoma  maligno, el cual es una complicación con una mortalidad de entre 1.7%-3.5% de  los trasplantados receptores de un órgano sólido.
 La glomerulopatía colapsante (GC) es  una variante de la glomeruloesclerosis focal y segmentaria (GFyS),  caracterizada histológicamente por colapso del penacho capilar glomerular  prominente con hipertrofia e hiperplasia de los podocitos y daño túbulo  intersticial. La presentación clínica se caracteriza por proteinuria masiva y  falla renal rápidamente progresiva.
 En nuestro caso se trata de un  paciente trasplantado renal que presentó tardíamente una PTLD, e inmediatamente  finalizado el tratamiento quimioterápico, desarrolló una glomerulopatía  colapsante de novo.
PRESENTACIÓN  DEL CASO
 Paciente varón de 28 años de edad que comenzó a  los 11 años con poliuria, polidipsia y pérdida de peso interpretándose el  cuadro en ese momento como Diabetes Insípida. A los 12 años es derivado a  hospital pediátrico por retardo pondo-estatural  asociado a enfermedad renal (Creatinina sérica  2.2 mg/dl, Clearance de Creatinina 48 ml/minuto), presentando una talla de 132 cm y peso de 27 kg (por debajo del percentilo  3). La ecografía renal evidenciaba riñones hiperecogénicos sin dilatación de la  vía urinaria. Se planteó en dicho nosocomio la posibilidad de presentar una  hipodisplasia renal vs. nefronoptisis. La cistouretrografía  normal descarto reflujo vesicoureteral. 
 Continuó con tratamiento médico conservador  hasta los 17 años, ya en estadio IV de ERC se confecciona acceso vascular (Fístula  Arterio-Venosa autóloga) y realiza hemodiálisis durante siete meses. A los 18  años se trasplanta con  Donante vivo  relacionado (DVR) de 40 años (madre). 
 Donante y receptor  presentaban   serología IgG para Citomegalovirus (CMV) positiva e IgG para Virus de  Epstein-Barr (EBV) positiva. Se realizó inducción con Ciclosporina A (CsA), Metilprednisolona  y Micofenolato sódico.
 Al 4° mes post-trasplante intercurre con  deterioro de la función renal. La biopsia del injerto mostró rechazo “borderline”  definido como cambios limítrofes, sin arteritis intimal pero con focos de  tubulitis leve con mínima inflamación intersticial. Evolucionó  con buena respuesta a pulsos de Metilprednisolona.
 Sigue posteriormente en seguimiento por  Trasplante de adultos. Presentaba en ese momento una creatinina sérica de  1.4gr/dl (Clearance de creatinina 67.4 ml/minuto). Se realizaron serologías de  control todas negativas excepto CMV y EBV (1/64). Continuó con función renal  estable sin intercurrencias relevantes.
 Permaneció con el mismo esquema inmunosupresor,  con reducción paulatina de dosis de esteroides y manteniendo niveles de CsA  sérica adecuados, tanto previo a la dosis matinal como a las 2 horas de dicha  toma (C0 entre 50-100 ng/dl y C2 entre 400-600 ng/dl) y dosis de Micofenolato  sódico de 540 mg cada 12 horas.
 A los 24 años de edad y 6 años del trasplante,   por elevación de cifras de creatinina a  2,47 mg/dl y proteinuria de 0.5 gr/día, se realiza biopsia renal (PBR) que  mostró rechazo borderline + arteriolopatía hialina vinculable a toxicidad por  ciclosporina.
 Se indica Prednisona 1mg/kg durante 15 días y  posterior descenso (tapering), con creatinina de control al mes de la biopsia de  1.8 mg/dl. Continuó con CsA en dosis diarias de 250 mg con niveles estables.
Enfermedad  hematológica
 Un año después (a los 25 años) consulta por dolor  dorso-lumbar de varios meses de evolución, asociado a hiporexia y pérdida de  peso. Se decide su internación para estudio, con hallazgo en Rx de tórax de imágenes  nodulares múltiples en ambos campos pulmonares, las cuales se analizaron luego  con TAC de tórax. (Figura 1)
Figura 1. Tomografía computada de tórax: múltiples opacidades focales de bordes irregulares de afectación peribroncovascular de aspecto pseudocavitado
Se realiza video-toracoscopia con toma de  biopsia de nódulo en lóbulo medio, cuya anatomía patológica informa proliferación  polimorfa de células linfoides, algunas de gran tamaño, tipo stermbergoides.  Esta proliferación ocupa el intersticio pulmonar. En las determinaciones inmunohistoquímicas  (IH) se objetivó  células stermbergoides  positivas de manera focal con CD45, CD20 y CD30. Marcación para CD3 y CD15  negativas.
 Los hallazgos correspondían a un desorden  linfoproliferativo asociado a inmunodeficiencia, de tipo polimorfa (P-PTLD). 
Figura  2. Biopsia de medula ósea (hematoxilina-eosina):  proliferación polimorfa de células linfoides, algunas de gran tamaño, tipo  stermbergoides
Además se realiza una Punción Aspirativa de  Médula Ósea (PAMO) con medulograma, que informó médula ósea con celularidad  aumentada de tipo polimórfica, sin infiltración de células atípicas, que  impresiona reactiva.
 La Tomografía de abdomen evidencia  adenomegalias en el retroperitoneo y en la cadena iliaca del lado derecho, sin  otros hallazgos relevantes. 
 Se decide cambio de esquema inmunosupresor a Rapamicina,  con suspensión gradual de Micofenolato y CsA. 
 Se inicia Rituximab (anticuerpo monoclonal Anti CD20) 600 mg IV,  6 dosis semanales, con buena respuesta clínica  e imagenológica. 
  Post-quimioterapia presentaba creatinina 1.87  mg/dl y proteinuria de 0.63 gr/24 horas.
 El PET SCAN (escaneo corporal con tomografía  por emisión de positrones) de control 9 meses después mostró imágenes con  hipercaptación a nivel de columna dorso-lumbar, huesos iliacos, sacros y  costales, y un ganglio a nivel para-aórtico lumbar. 
 La biopsia vertebral realizada posteriormente fue  compatible con PTLD variante tipo Hodgkin con CD20 negativo (cambio de las  características IH de las células neoplásicas). 
  Inicia esquema ABVD (Adriamicina, Bleomicina,  Vinblastina y Dacarbazina) seis ciclos mensuales.
 Buena tolerancia a la medicación; presentó  como intercurrencias anemia sin requerimientos transfusionales y neutropenia  que requirió la administración de Factores Estimulantes de Colonias. La creatinina  sérica posterior al esquema  ABVD era de 2.1  mg/dl).
 Los ajustes de la dosis de Rapamicina se  efectuaron acordes al recuento leucocitario y  la función renal, siendo el nivel plasmático  target entre 4-6 ug/ml.
  El nuevo control con PET –SCAN, luego de los  ciclos del esquema ABVD, fue negativo para hipercaptación.
Glomerulopatía  en el injerto
 Dos meses después evoluciona con deterioro de  función renal (creatinina 3.3 mg/dl), síndrome nefrótico (proteinuria de 11  gr/día e hipoalbuminemia) y hematuria dismórfica. 
 Se decide inicio de pulsos de Metilprednisolona  (1.500 mg en total) con posterior   tapering y reinicio de Micofenolato,  1gr/día. Se realizó previamente punción  biopsia del injerto renal.
 El resultado de la anatomía patológica renal  informó M.O.: Glomerulopatía colapsante. Rechazo borderline. Necrosis tubular  aguda. Hialinosis arteriolar severa. Inmunofluorescencia: C3 e IgM ++ en un  glomérulo con esclerosis y paredes arteriolares. C1q, C4d, IgG, IgA y  fibrinogeno negativos.
 Evoluciona con discreta mejoría de la función  renal (creatinina 2.9 mg/dl) y reducción de la proteinuria a 5 gr/24 hs.
 A los dos meses del diagnóstico de  glomerulopatía colapsante deja de concurrir a las consultas. Cinco meses  después ingresa a guardia con Síndrome urémico, por lo que se inicia  hemodiálisis de urgencia a través de FAV autóloga en miembro superior  izquierdo.
Figura 3. Biopsia renal (impregnación argéntica). Glomeruloesclerosis focal y segmentaria, variante colapsante
DISCUSIÓN
 El desorden linfoproliferativo post-trasplante  en un tipo de linfoma maligno, el cual es una complicación con mortalidad de entre  1.7%-3.5% de los trasplantados receptores de un órgano sólido. Es la complicación  maligna más frecuente en trasplante renal, después del cáncer de piel no  melanótico y el  cáncer de cérvix in situ. 
 Es más frecuente en el primer año post-trasplante  (224/100.000 pacientes), siendo en el segundo año menos frecuente (54/100.000  pacientes) y 31/100.000 pacientes al sexto años post-trasplante. La edad media  en adultos es de 46 años. 
 No es de sorprender que esta patología se  asocia con malos resultados para el paciente y el injerto, debidos en gran  parte a las fatales consecuencias de la neoplasia. 
 Los factores de riesgo para el desarrollo de  PTLD incluyen edad avanzada, raza blanca, inducción con anticuerpos que  deplecionan las células T, y la seronegatividad para el citomegalovirus (CMV)  al momento del transplante. 
 PTLD se asocia además con reactivación  serológica o clínica de infección por virus de Epstein-Barr (EBV), que gatilla  una proliferación descontrolada de linfocitos B. Los pacientes EBV  seronegativos, tienen 10 a 76 veces más probabilidad de desarrollar PTLD (sobre  todo con donantes EBV seropositivos) que los seropositivos. 
 El virus Epstein Barr está ampliamente  distribuido, con aproximadamente un 95 % de la población adulta con evidencia  serológica de una exposición previa, y por lo tanto con la consiguiente  latencia del virus y la posibilidad de una reactivación. En los niños,  aproximadamente la mitad tienen serología negativa para EBV al momento del trasplante,  y por lo tanto son susceptibles a una primoinfección a través de un injerto  proveniente de un donante seropositivo,   o inclusive por exposición ambiental o transfusión sanguínea.
 Histológicamente, PTLD comprende un grupo  heterogéneo de desórdenes que abarcan desde proliferación policlonal inducida  por el virus de Epstein-Barr hasta proliferaciones monomórficas sumamente  agresivas. Un mismo paciente puede presentar distintos tipos de PTLD, incluso estirpes  distintas en el mismo o en diferentes órganos, simultánea o sucesivamente (como  ocurrió en el paciente presentado).
 La clasificación de la Organización  Mundial  de la Salud (OMS), del año 2008,  identifica cuatro tipos histológicos básicos: lesiones tempranas, PTLD  polimórfica, PTLD monomórfica y un tipo similar al Linfoma de Hodgkin clásico.  Las características de las mismas son: 1) Lesiones tempranas: la arquitectura  del tejido involucrado en la hiperplasia plasmática generalmente se  mantiene y los senos nodales preservados. A  menudo se observan folículos reactivos en la periferia de los nodos linfoideos.  El gran número de células plasmáticas policlonales pueden encontrarse como  células aisladas, pequeños grupos o grandes agrupaciones junto con linfocitos y  ocasionales inmunoblastos. El marco microscópico de la PTLD símil mononucleosis  se presenta típicamente con la expansión de la zona T con numerosos  linfoblastos y células plasmáticas. La atipía citológica en ambos tipos de  lesiones tempranas es mínima. La PTLD temprana habitualmente se diagnostica en  niños, adultos jóvenes y paciente con infección primaria por EBV; 2) P-PTLD  (PTLD Polimórfica): la arquitectura de los tejidos involucrados se ve afectada  por un infiltrado consistente en varios tipos celulares (célula linfoideas  pequeñas y medianas, célula símil centrocitos, células plasmáticas e  inmunoblastos). Pueden observarse células linfoideas atípicas y células tipo  Reed-Sternberg. Es el tipo más común en niños, usualmente asociado a infección  primaria por EBV; 3) M-PTLD (PTLD Monomórfica): incluye todas las neoplasias T  y la mayoría de los linfomas B; 4) Linfoma Hodgkin clásico: se diagnostica de  acuerdo a los mismos criterios que en los pacientes inmunocompetentes. El tipo  más frecuente es el de celularidad mixta. Se observan las clásicas células de  Reed-Sternberg en un trasfondo reactivo inflamatorio (linfocitos pequeños,  histiocitos, células plasmáticas, eosinófilos). Las células diagnósticas son  típicamente CD30 y CD15 positivas y el marcador CD20 variable.
 Las lesiones tempranas y la PTLD polimórfica  son específicas de los pacientes trasplantados, mientras que los otros tipos  también pueden diagnosticarse en pacientes inmunocompetentes. Más del 85 % de  las PTLD derivan de células B, un 14 % de células T y un 1% de células natural  killers.
 En cualquiera de los casos, la proliferación  de células alteradas se ve facilitada en los pacientes trasplantados porque los  mecanismos de vigilancia inmunológica están alterados y disminuidos a causa de  los fármacos inmunosupresores. En cierto grado, los trastornos  linfoproliferativos luego del transplante serían una consecuencia inevitable de  una efectiva terapia inmunosupresora. 
 Por lo tanto, como veremos, la reducción de la  medicación inmunosupresora de mantenimiento es ampliamente considerada y  aceptada como el primer escalón terapéutico en la PTLD, con el objetivo de  permitir una reconstitución parcial de la inmunidad antitumoral.
 Además de reducción o directamente suspensión de la terapia  inmunosupresora, inclusive en algunos casos puede haber una regresión completa de  la neoplasia con esta medida. Otras modalidades de tratamiento complementarias  a las modificaciones en la inmunosupresión,  son el anticuerpo monoclonal Rituximab, la  quimioterapia e inclusive ocasionalmente la radioterapia y la terapia  antiviral. En esta última modalidad se ha usado aciclovir, ganciclovir o  valganciclovir, no obstante no se comprobó su eficacia en estudios prospectivos  probablemente porque el virus se encuentra en fase latente en las células  infectadas, período en el cual los antivirales no tienen efecto.
 Las PTLD tempranas se ven con mayor frecuencia  en las poblaciones pediátricas, se asocian con EBV con mayor compromiso del  injerto dado que se desarrollan más comúnmente a partir de linfocitos del  donante. Suelen tener buena respuesta a la disminución del tratamiento  inmunosupresor y por ende mejor pronóstico. En cambio, las PTLD  tardías se asemejan a los linfomas clásicos,  se desarrollan a partir de linfocitos del receptor, son raramente inducidos por  EBV, suelen ser diseminados (extranodales y cerebrales) y tienen peor  pronóstico.
 El factor de riesgo más importante para el  desarrollo de PTLD es el uso de tratamiento inmunosupresor potente, sobretodo  OKT3 y Timoglobulina. También se asoció mayor incidencia con cuádruple esquema,  la asociación de CsA, Azatioprina, Metilprednisona, Tacrolimus y anticuerpos  monoclonales. 
 Parecería existir menos riesgo con el uso de  inmunosupresores tipo  mTOR (Sirolimus),  por lo que en general los receptores de trasplante renal que desarrollan PTLD  son reconvertidos a Rapamicina, ya que hay trabajos que sugieren fuertemente  que la misma es una droga segura de administrar en pacientes trasplantados  renales que desarrollan un desorden linfoproliferativo.
 La presentación clínica es muy variable, fiebre en un 50% de los casos,  linfadenopatía en el 30%, cuadro de emergencia en el 15% (PTLD fulminante,  perforación intestinal, etc.). Habitualmente se observa un  síndrome constitucional que puede acompañarse  de diferentes síntomas de acuerdo al área afectada: odinofagia, disfagia,  congestión de senos paranasales, dolor abdominal, náuseas, vómitos, diarrea,  tos y disnea, cefalea, convulsiones, déficit neurológico, etc. Puede verse  asimismo: adenopatías, hepato-esplenomegalia, nódulos subcutáneos, reacción  peritoneal (asociado a perforación intestinal, intususcepción), hemorragia  digestiva, compromiso en vías aéreas superiores (hipertrofia adenoidea,  amigdalitis o adenoiditis, úlceras en paladar), signos de foco neurológico,  etc. 
 Se recomienda en el estudio inicial la realización  de una TAC de cuello, torax y abdomen (incluyendo la región orofaríngea y los  senos paranasales por su frecuente compromiso). Si se sospecha afectación del  Sistema Nervioso Central sin lesiones a otros niveles, debe realizarse una TAC  o RMN cerebral. En el diagnóstico inicial, la PET-TAC contribuye a identificar  las lesiones con mayor actividad metabólica lo cual permite orientar las biopsias.  Además, diversos estudios han señalado su utilidad para estadificación y  seguimiento de los pacientes. 
 Con respecto al monitoreo de DNA de EBV  plasmático es una medida discutida. Actualmente   no está indicado como herramienta diagnóstica, aunque podría jugar algún  rol orientativo en caso de ser positivo.
 En el caso de nuestro paciente trasplantado,  tanto donante como receptor se reconocieron con serología EBV positivos previo  al transplante. La inmunosupresión que tuvo durante ocho años fue triple  esquema (CsA, Micofenolato, esteroides). La característica distintiva en este  caso es la presentación tan tardía de la enfermedad linfoproliferativa.
 La glomerulopatía colapsante (GC) es  una variante de la glomeruloesclerosis focal y segmentaria (GFyS),  caracterizada histológicamente por colapso del penacho capilar glomerular  prominente con hipertrofia e hiperplasia de los podocitos y daño túbulo  intersticial. La presentación clínica se caracteriza por proteinuria masiva y  falla renal rápidamente progresiva. 
 La GC constituye hasta alrededor del  3 % de todas las biopsias de injerto renal en distintas series. La patogenia de  la misma en injertos renales, especialmente la variante de novo, podría estar  relacionada con isquemia renal, ya sea por toxicidad por ciclosporina,  microangiopatía trombótica y/o arterioloesclerosis.
 Si bien la proteinuria de rango  nefrótico esta descripta en hasta el 30% de los trasplantados en los que se  realiza el switch de anticalcineurínicos a Sirolimus, como en este caso, esto  ocurre habitualmente a los pocos meses de dicho switch debido al desarrollo de  una gloméruloesclerosis focal y segmentaria. La histología reportada en la  literatura ha demostrado evidencia de daño en los podocitos (ej; pérdida de la  expresión de sinaptopodina que evoluciona a un podocito de características fenotípicas  similares a las fetales en estos pacientes), lo que sugiere un mecanismo  glomerular implicado en la génesis de la proteinuria nefrótica. En dichos  casos, la misma remitió después de la discontinuación del Sirolimus (aunque no  hay trabajos con biopsias de control que demuestren si los cambios  podocíticos  remitieron luego de la  suspensión de la droga).
 En nuestro paciente la aparición de  la proteinuria masiva brusca (con rápido ascenso) ocurrió luego del año y medio  del switch a rapamicina, siendo la variante colapsante una glomerulopatía que  se asocia raramente con sirolimus. Por lo tanto consideramos que la reducción  de la proteinuria  a menos de la mitad  del valor inicial, luego de los cambios en el tratamiento motivados por la  histología renal (suspensión de rapamicina, y tratamiento de inducción con  corticoides + micofenolato), no sería vinculable a la suspensión de sirolimus,  sino más bien a los efectos del   tratamiento de inducción instaurado para control de la GC de novo. 
Se ha reportado en la literatura médica que la GC puede ser inducida por el uso de antraciclínicos, en especial la Doxorrubicina (Adriamicina) como en este caso, en el cual la proteinuria masiva se detectó a las cuatro semanas de terminado el último ciclo quimioterápico. Otros grupos también han descripto la variante colapsante causada por antraciclinas basados en una relación temporal con la noxa, como en nuestro paciente, pero siempre en el contexto de condiciones subyacentes predisponentes. 
El pronóstico es malo para el  injerto, con alta incidencia de ingreso a hemodiálisis antes de los dos años. El  paciente presentado tuvo una evolución tórpida, debiendo reingresar   a tratamiento dialítico a los siete meses de  diagnosticarse la GC.
 Si bien el deterioro de la función  renal y la proteinuria podrían ser explicados por la GC como causa primordial,  se analizaron los hallazgos histológicos en busca de indicios de un rechazo  agudo humoral (RAH) (la primera causa de pérdida a largo  plazo de un trasplante renal). 
 En busca de consenso, el grupo  de Banff estableció en el año 2003, unos criterios  histopatológicos diagnósticos del rechazo  agudo humoral (RAH) que han sido modificados en posteriores  reuniones del grupo.
 El grupo de Colvin define en base a estudios previos, las características  histológicas del RAH. Entre estos marcadores histológicos cabe destacar la necrosis fibrinoide, sea  glomerular y/o arterial, ya que su presencia es casi patognomónica, a pesar de  su baja incidencia en la biopsia y, además, indica un peor pronóstico del RAH.
Son necesarios tres criterios para  hacer un diagnóstico definitivo de RAH: 
Criterios histológicos (Neutrófilos en capilares glomerulares y peritubulares, Necrosis fibrinoide en pared arterial, Injuria tubular aguda)
C4d + en capilares peritubulares
Anticuerpos antidonante específicos +
    
Si existen criterios morfológicos indicativos y C4d+, pero falta la  demostración de anticuerpos antidonantes debe informarse como sospechoso de RAH. En el caso de  presentar signos histológicos sospechosos y evidencia de anticuerpos  circulantes, pero ausencia de depósitos de C4d, debe considerarse como sospechoso o consistente con RAH.
 La relación entre anticuerpos antidonante postrasplante y el pronóstico  del injerto ha sido un tema de discusión clásico, liderado por P. Terasaki, ejemplificado con los  resultados que obtuvo de un estudio de seguimiento de 4 años (2 ensayos  prospectivos) donde demuestra una evidente relación entre anticuerpos anti HLA  y MICA (antígeno de cadena A del complejo mayor de histocompatibilidad tipo I) asociados  a la disfunción del injerto y la sobrevida del mismo. 
 También hay que mencionar a otros investigadores, quienes han contribuido  en esta área, a saber: P. Halloran  a comienzos de los años 90, describió la triada “disfunción del injerto más neutrófilos  en capilares peritubulares (CPT) más la presencia de Ac antidonante”, como  mecanismo humoral del rechazo. Feutch,  en el año 1993, describe la importancia de los depósitos de C4d como marcador útil para el diagnóstico de RH. Trpkov y col, destacan marcadores  histológicos como ser la vasculitis severa, la necrosis fibrinoide,  glomerulitis, infartos, trombos en capilares, y PMN en CPT más  presencia de Ac antidonante anti HLA clase I.
 Es importante tener en cuenta que el RAH no siempre aparece como una  entidad aislada, sino que puede coexistir con otras entidades, lo cual  dificulta su diagnóstico. La clasificación de Banff incluye al RAH dentro de la  categoría 2 (rechazo mediado por anticuerpos), pero considera que puede  coincidir con otras tres categorías (rechazo bordeline, rechazo agudo celular y  nefropatía crónica del injerto)
 Volviendo a nuestro paciente y teniendo en cuenta estos criterios de  Banff,  no se observaron cambios  histológicos agudos en capilares peritubulares (presencia de neutrófilos),  ni en las arterias (ej. edema subendotelial)  sugerentes de RAH, como así tampoco la presencia de C4d en capilares  peritubulares.
 Por esto, se descartó que la pérdida del injerto fuera relacionada a un  RAH y se consideró innecesario realizar dosaje de anticuerpos antidonante específico.
 No obstante, se vislumbran hallazgos histológicos  más característicos de Rechazo Bordeline y Crónico  (RC): vasculopatía crónica del injerto, la glomerulopatía del trasplante (GT) y  la multilaminación de capilares peritubulares.
Conflicto de interés: Los autores declaran no poseer ningún interés comercial o asociativo que presente un conflicto de intereses con el trabajo presentado. 
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Cómo citar este artículo: Leguizamón L, Barbero P, Martinez L, Gutiérrez Avilés G, Sarzuri Marca H, Segovia F, Idiarte L. Paciente trasplantado renal con enfermedad linfoproliferativa post-trasplante (PTLD) tardía y glomerulopatía colapsante del injerto renal. Rev Nefrol Dial Traspl. 2016; 36(2):54-61.
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